Dada, como se sabe, la escasez de candidatos adecuadas, es necesario ser muy buenos entrevistados para detectarlos. Nuestra tarea puede definirse con la frase “separar la paja del trigo”. Muchos relucen como el oro y no lo son pero esconden personalidades muy interesantes.
Nuestro desafío es ver más allá de las apariencias.
Las buenas selecciones se nutren de buenos candidatos y de buenos reclutadores. Para serlo, estos últimos deben conocer y cumplir con todos los pasos. Los mayores errores se producen cuando:
- No se revela adecuadamente el perfil. Si usted es el futuro jefe de la persona a entrevistar, con seguridad conoce exactamente lo que quiere pero quizá no reflexionó sobre todos los aspectos necesarios;
- No se analiza la trayectoria previa del postulante;
- No se realizan entrevistas profundas;
- No se prueban técnicas adecuadas (no necesariamente es un examen como los de la universidad, pero sí una evacuación de los conocimientos técnicos);
- Se selecciona en una solo instancia. Los métodos más seguros son iterativos, es decir, los que constan de varias etapas;
- No se piden referencias;
- Se aceptan personas que no se corresponden con el nivel del puesto, por falta o por exceso.
El éxito requiere tiempo, dedicación, personas entrenadas en entrevistas (o, en su defecto, que soliciten apoyo), un proceso con varios pasos de selección (por lo menos tres: primera entrevista, evaluación y entrevista definitiva), y una confrontación profunda del candidato preseleccionado con el perfil de la búsqueda.
Aquellos que poseen experiencia en entrevistas, muchas veces caen en la tentación de usar su feeling –que no descarto como elemento adicional-; pero para confirmar o no esa primera impresión es necesario recurrir, además, a la técnica.
Hay personas que tienen una habilidad intuitiva para entrevistar y que sin haberse entrenado para ello han desarrollado su propia técnica. Recuerde que algunas preguntas surgen del sentido común.
Una de las principales pautas que hay que respetar es la relación asimétrica que debe existir entre entrevistador y entrevistado. ¿Qué queremos decir con ello? Debe mantenerse el difícil equilibrio entre crear un buen clima y conservar el lugar: el entrevistador es el que dirige la entrevista, no el entrevistado.
Esto no supone asumir una actitud autoritaria, pero tampoco todo lo contrario. Una selectora con muchos años de experiencia comentaba en una clase que ella se adjuntaba a un papel de protección a las entrevistas y luego –si el postulante se adjuntaba a la compañía- le hacía un seguimiento no como profesional, sino como madre.
El parámetro más común que aplican los entrevistadores no profesionales y futuros jefes del entrevistado es el de la rivalidad. Conscientes de ello o no, actúan como si dijeran: veamos si realmente eres tan bueno como dices.
Fuente:
Alles, Martha A. (1999). Elija al mejor, Cómo entrevistar por competencias. Ediciones Granica S.A.